En la entrada de hoy me
gustaría homenajear a mi abuela, Rosario García Jiménez.
Rosario nació en
1915 en Cambil, un pequeño pueblo de Jaén localizado en Sierra Mágina, en el
seno de una familia humilde de trabajadores del campo. Desde niña, Rosario fue consciente de las
desigualdades que enfrentaban las mujeres en su entorno. En casa, las tareas
del hogar y las de cuidados recaían casi por completo sobre
las mujeres, mientras que los hombres eran los únicos que tomaban las decisiones
importantes, a pesar de trabajar el campo igual que ellas. A medida que crecía, se dio cuenta de que sus hermanos tenían
acceso a la educación y oportunidades que a ella y a sus hermanas se les negaban. Esta situación
la llevó a cuestionar el papel de la mujer en la sociedad de la época y a
desarrollar un fuerte sentido de justicia.
La vida en el olivar era dura y las mujeres trabajaban incansablemente tanto en el campo como en el hogar. Mi abuela Rosario observaba cómo sus vecinas, a pesar de su trabajo, eran tratadas como ciudadanas de segunda. La falta de derechos y
la escasa representación de las mujeres en la vida pública le motivaron a
buscar formas de cambiar esta realidad. Ya desde muy joven comenzó a interesarse
sobre los movimientos feministas que surgían en localidades cercanas.
En la década de 1940, tras la Guerra Civil y ya habiéndose mudado a la
capital de Jaén, Rosario se convirtió en una figura clave en la lucha por los
derechos de las mujeres desde la Asociación de Vecinas de su barrio de Belén-San Roque. A pesar de la
represión política y social del régimen franquista, comenzó a organizar
reuniones clandestinas con otras mujeres, donde discutían sobre sus derechos y
la necesidad de emanciparse. Estas reuniones eran un acto de valentía en sí, ya que
el Régimen no toleraba la disidencia y la organización de grupos que
cuestionaran su autoridad. Sin embargo, mi abuela sabía que era fundamental crear
un espacio seguro donde las mujeres pudieran compartir sus experiencias y
aspiraciones.
A medida que las
reuniones clandestinas de la Asociación se hacían más frecuentes, su influencia en
la comunidad creció. Las mujeres que asistían a sus talleres, con la excusa de aprender nuevas labores, comenzaron a
compartir sus historias y revelar las luchas diarias que enfrentaban. Algunas
hablaban de la violencia doméstica, otras de la falta de acceso a atención
médica y muchas de la imposibilidad de participar en la vida política. Estas historias han llegado hasta nosotros gracias a la transmisión oral e intergeneracional de la memoria.
Las mujeres de la Asociación decidieron
organizar una manifestación pacífica para exigir sus derechos. Aunque sabían
que esto podría atraer la atención de las autoridades, la determinación de
cambiar su situación era más fuerte que el miedo. Mi abuela Rosario se
convirtió en una de las líderes de este movimiento, inspirando a las mujeres a
ser valientes y a luchar por un futuro mejor.
El día de la manifestación, el barrio se llenó de mujeres que portaban
pancartas hechas a mano con mensajes de igualdad y justicia. A pesar de la
represión, la atmósfera era de esperanza y unidad, según nos contó antes de morir. Sin embargo, las fuerzas represoras del Estado no tardaron en intervenir. Mi abuela y varias mujeres fueron arrestadas,
pero su valentía no pasó desapercibida. La noticia de su protesta se esparció
rápidamente, y muchas más mujeres en otras localidades comenzaron a
organizarse.
Aunque pasó meses en prisión, su espíritu indomable y su compromiso con la
causa feminista no se apagaron. Al salir, regresó a Cambil junto a mi abuelo y sus hijos, huyendo de la capital pero con una renovada
determinación. Su historia se convirtió en un símbolo de resistencia,
inspirando a generaciones futuras a seguir luchando por la igualdad de género y
los derechos de las mujeres.
La historia de mi abuela
Rosario no ha sido publicada y apenas hay registros más allá de alguna
publicación suelta en los archivos de la ciudad de Jaén y la Diputación
Provincial, de ahí que las fuentes de acceso a su biografía sean orales, pero mi familia sigue esforzándose para que no quede en el olvido. La memoria no está solo en los Archivos, que siempre han dejado a los disidentes a los márgenes de la historia.
Fon Efe O Ene
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